Escribir sobre la vida de Juana Azurduy (*) fue reencontrarme con cada una de las mujeres que por algún motivo u otro compartieron momentos de mi vida. Hablo de esas mujeres, las indispen-sables, que ante la adversidad supieron conectarse con su parte más fuerte y ser una con la esencia misma de la natura-leza que, por definición, es impulso vital, manifestación de lo divino, realización, brote de una hoja verde en un tronco, una flor abriéndose, un río correr...
Juana Azurduy reúne a todas esas mujeres que admiré y admiro, mi abuela, mi madre, algunas maestras, mis amigas... esas mujeres que iban a contramano de una cultura patriarcal, y que como podían me decían "vos podés", “escribí", "reí", "jugá”, “no sos gorda”, “sos hermosa”, “cuando sonríes ganaste la mitad de la batalla", "no te laves con manzanilla, es lindo tu color de pelo", "no necesitás un hombre para ser feliz".
Escribir sobre ella me hizo ser un poco más yo, sentir orgullo de mis orígenes, de mis deseos. Escribir sobre Juana Azurduy me hizo reflexionar sensiblemente sobre las falsas dicotomías entre profesión y maternidad, y comprender que el mejor regalo que se le puede hacer a nuestros hijos es el derecho a su "Dulce libertad", aunque ésto los aparte de nosotras.
La experiencia de la escritura sobre esta obra me invita a sentirme una en la multiplicada de todas ellas y ellas todas en mí, somos una latiendo en el universo, a veces hijas, a veces madres, a veces hermanas, abuelas, siempre mujeres. Espero que todas, luego de la función, sientan la impostergable cita con la propia liberación personal, y puedan respirar profundo hasta coincidir con el latido de la madre tierra, y ser una en ella, y en ella ser todas nosotras en una sola fuerza vital, pariéndonos una y las veces que sea necesario la independencia, física pero también emocional, siempre de la única manera posible, con amor, propio.
Florencia Aroldi
(*) Para asistir a la lectura escenificada de Las Azurduy, click aquí. Para verla online, click aquí .
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